Estertor
Ya lejos de ser más que vida, las vicisitudes nos han
hecho actores de nuestra propia verdad, intransigentes vemos que la mañana
descansa a millas de distancia de la noche y que ningún hombre nunca podrá
robar su corazón. Es miedo de medio día, como en todos, pero con claras monedas
doradas debemos intentar la suerte.
Todo lleva a la caída, sino caminas, podrías muy bien
arrastrarte. Y todo lleva a la caída, el mundo, un mundo silencioso al final de
las cosas que supones. Miramos a la cara, la actividad se relentiza, los
objetos pierden la armonía que profesan entre sí, nosotros apenas y desplegamos
la fuerza necesaria para manifestar la desesperación que nos agobia.
Tristemente
descubrimos que para nacer hay que romper
un mundo, que de lo contrario
nuestra historia será el relato de
hombres solos, pretensiosos de malévola libertad. Los menos corren, los más sucumben
en silencio como asistentes de una función
propia, como cómplices testigos de una muerte lenta.
Pensamientos que vienen y suscitan la esperanza, resquebrajándose, floreciendo
en estertores inesperados. Pero
luego…qué momento fue ese, al final estamos de nuevo…
Daniel
M. Houghton
(2012-08-24)